Bailando en Lughnasa: la realidad de los recuerdos

¿Cuánto hay de real en nuestros recuerdos y cuánto de imaginado? ¿Cuántas veces adornamos hechos pasados para que nos resultan más agradables al paladar? Juan Pastor, Raúl Fernández y María Pastor alimentan esta visión de "Bailando en Lughnasa" en esta crítica de Aída Martí.

Juan Pastor dirige esta particular obra de Brian Friel que para mucho evoca "La casa de Bernarda Alba" de García Lorca, pero sin esa dureza que deja paso a "la ternura, la calidez y el humor". Una historia de recuerdos, amor y pérdidas a través de los ojos de un niño ya adulto. Una reivindicación de la importancia del pasado en nuestras vidas.

Michael ya es adulto. Pero sus recuerdos infantiles nos permiten conocer su historia. A través de su mirada de niño viajamos a un pequeño pueblo de Irlanda. Año 1936. Nos adentramos en el hogar de cinco hermanas. En una convivencia que empieza a resquebrajarse, en el desva-necimiento de los valores tradicionales, conservadores y católicos de aquella época que sufre esta familia…

La historia se sitúa en dos planos. El presente, representado por Michael que cuenta su historia directamente al público, y el pasado, escenificado detrás”, explica Juan Pastor, director del montaje, y añade “a través de esta dualidad se reivindica el pasado. Esa necesidad que tiene el ser humano de recordar su pasado como parte del presente y de lo que es, pero también de liberarse de él emocionalmente”.

A esta pérdida de valores contribuyen los últimos acontecimientos. Cris, menor de las hermanas, ha tenido un hijo siendo soltera y eso ha levantado ampollas en el entorno donde viven. Ese niño es Michael. “El estilo interpretativo no es esencialmente naturalista ya que son personajes alojados en la memoria de un niño. Lo más importante es cómo recuerda Michael a su madre”, cuenta de su personaje María Pastor.

El baile como liberación.

Por otro lado, Padre Jack, el hermano mayor de las cinco protagonistas, vuelve de las misiones africanas con un comportamiento más que peculiar. “Allí ha asimilado ciertas costumbres como el amor libre o los sacrificios a dioses paganos. Es un personaje muy alocado, lúdico y aventurero” relata Juan Pastor, que además de dirigir da vida a este personaje.

Y es precisamente en medio de estas actitudes en contra de la moral cristiana donde el baile cobra su protagonismo. “La Lughnasa son unas fiestas tradicionales irlandesas entroncadas con costumbres celtas que tienen que ver con la cosecha. Se producían encuentros muy paganos donde se trasgredían cuestiones sexuales. La participación de esta familia en los bailes simboliza la liberación, la huída de la represión de aquella época”, explica el director.

Así la historia recuerda en cierta medida a la escrita por Lorca. Como en “La casa de Bernarda Alba” está presente esa necesidad de un hombre, la represión que sufren estas mujeres, la soltería… pero sin esa dureza ni excesiva carga dramática que deja paso a “la ternura, la calidez y el sentido del humor”, explica Juan Pastor.

Además esa mezcla de presente y pasado le confieren al montaje una cierta nebulosa de irrealidad, un toque casi mágico. “Michael, ahora que ya es adulto, descubre que muchas cosas resultan ser muy diferentes a como las había imaginado, recordado o vivido, como su primer encuentro con Padre Jack, el cuál se imaginaba como un héroe, un ser superior y elevado que irradiaba luz por los pasillos”, explica Raúl Fernández, que interpreta a Michael.

Para Juan Pastor esta especie de magia se explica porque "cuando nosotros evocamos algo en nuestra memoria también está presente la imaginación y eso te gasta malas pasadas. No sabes qué fue real del todo y qué no”.
Desde el 10 de Diciembre.
Teatro Guindalera

5 comentarios:

parchis dijo...

Pues está interesante esta crítica, sí señor. Además no es muy habitual que podamos leer a Raúl comentando uno de sus personajes en el teatro, y aquí hay un párrafo suyo entero xD.

Por lo demás, eso de que la historia sea una recreación de los recuerdos de un niño más que una realidad, hace a la obra bastante diferente. Creo que es lo que más curiosidad me da, ver como han "montado" esos recuerdos, y la convivencia ésa entre el pasado y el presente en el escenario.

Ya me va gustando un poco más también este montaje ...

Escarlata dijo...

Pues tiene buena pinta si seños y esa imaginación de Michael pinta interesante, vamos una obra en unas fiestas muy señaladas le viene que ni pintado.

ticktuck dijo...

Yo también venía a decir que me están dando ganas de ir a verla. Cuanto más leo más interesante me parece. Además, ¿no dicen que es la obra maestra de Friel? Pues si Molly Sweeney nos gustó, blanco y en botella ¿no? Y en atrapalo los usuarios que van comentando la dan un 10. Tiene que estar bien sí o sí. Y si encima escuchas a Raúl durante hora y tres cuartos pues mucho mejor.

Creo que cuando pasen las fiestas, como me dé una neura de esas que me dan a mí, me planto allí a comprobarlo in situ xD

Danae dijo...

¿Qué tendrá el baile y sobre todo la música que es un gran remedio para suplantar hasta la más dura realidad? No importa momento histórico, no importa el lugar, da igual si se trata de hombres o mujeres; ni tan siquiera la música hace miramientos a la condición social de las personas. Así Kate, Agnes, Maggie, Rose y Christina, cinco hermanas de personalidad totalmente diferentes de la Irlanda rural de los años 30 intentan superar sus insatisfactorias y paupérrimas vidas: con el baile. Con la llegada de Lughnasa, fiesta típica de la región en la época veraniega, ese deseo incontrolable por bailar se convierte en el mejor antídoto contra la ingenuidad de Christina, la amarga seriedad de Kate, las limitaciones de ROse, la incansable sensatez de Agnes y las frustraciones de Maggie.

Ante la memoria de Michael, hijo bastardo de Chris, se recuerdan aquellos duros años de su familia en aquel verano de 1936, cuando Michael contaba con 7 años. Un Verano cargado de sinsabores, sobre todos económicos de su joven madre y sus tías, en el que efímeramente reaparece su ausente progenitor, Jerry, un dandy seductor lleno de palabrería y pobre de compromisos. Y dentro de la familia la figura del Padre Jack, un sacerdote que presenta dificultades para recordar una vida fuera del campo de batalla en África, que sin quererlo ameniza la vida de las cinco hermanas.

Una perspectiva llena de melancolía, de lo que fue y no fue; de lo que creyó ser una infancia llena de sonrisas, acertijos irresolvibles, peonzas y cometas sobre un fondo de largas horas de trabajo sin grandes recompensas y con la intermitente compañía de "Marconi".

Excelente actuación, espléndida ambientación gracias al vestuario y al decorado. Buen juego de sonido e iluminación que ayudan a combinar el Michael adulto narrador con su historia y pasado.

Chiqui dijo...

A mí también me empieza a atraerme bastante más que al principio. En las obras de la Guindalera siempre hay algún elemento distinto, que hace sus obras diferentes, y sé que en esta también lo habrá.

Danae, muchas gracias por tu pequeña crónica, ya nos contarás qué tal la experiencia de compartir unos minutos con Raúl. :)