La princesa nunca fue la del hielo. La princesa de ayer fue la princesa del barro, de la tierra, la princesa agonizante convertida en el primer personaje realmente importante que nos deja. La única muerte que deja un hueco realmente vacío y descalabra a una de las parejas principales de la serie.
Es difícil afrontar una crónica del capítulo de ayer sin tener la última escena en mente todo el tiempo. Ya no sólo por lo impactante e inesperado, sino porque antes de ésos cinco minutos finales, el octavo episodio de esta temporada se habría quedado con la calificación estándar de las últimas tres temporadas: mediocre. Ni frío ni calor.
Empiezan a mezclarse conceptos extraños que no alcanzo a entender cómo ensamblarán: criogenización, manipulación genética, radioactividad, enfermedades y virus letales, implantación de embriones, no muertos que se aparecen como si lo fueran… Ideas que se van dejando caer pero que no terminan nunca de coincidir y cuajar para darnos una explicación que lo englobe todo. Y que difícilmente encontrarán, me temo.
Surgen nuevos personajes acompañados de los oportunos comentarios de nuestros conocidos para hacernos creer que siempre estuvieron ahí. Ahora sabemos que Iván siempre quiso partirle la cara a Rubén, o que la tal Amaia ya deambulaba sola por los pasillos cuando Jacinta ascendió a gobernanta.
Arañan minutos para no cargar más peso sobre las espaldas de otros personajes que ya sufren cada escena. La pobre Amelia le sigue interesando a los de Ottox, pero me temo que a nadie más. La trama del Rh, además de ser completamente errónea, carece del más mínimo interés. Vicky dice una frase por capítulo, por regla general sin subordinadas ni conjunciones. Cosa sencillita. El que debería ser el hilo conductor de esta serie, la historia de los Espí y sus cíclicos secuestros, no termina de calar en gran parte de la audiencia.
Pero no todo va a ser crítica despiadada.
Noiret está cada vez más desquiciado. La elegancia y el porte se han ido bien lejos, junto con el honor de ser el más malo de esta historia. Pero no ha perdido casi un ápice de su encanto. La camisa por fuera y el pelo revuelto le otorgan un nuevo estilo que marcará, quizá, una nueva era para el personaje, encaminándole hacia el atormentado de los archivos secretos.
Fermín debió agradecer mucho la escena final, con Rebeca al teléfono y lanzándose a los pasadizos para rescatarla, después de una tanda de escenas Toshiba sin sábanas revueltas de fondo ni camiseta cool ocasional. Nunca debieron darle a un personaje como él un trastos de ésos, que los carga el diablo. Su alianza con María, y su relación de paso, vuelve a verse perjudicada por la profesionalidad latente de nuestro superhombre, que jamás revelaría el nombre de la visionaria a nadie. Ni siquiera a la mujer que se juega la vida de su hijo por no traicionarle.
Mi querido Fermín, sabíamos que los tenías cuadrados, pero no tanto.
Y mientras él sigue adelante con sus insulsos descubrimientos junto a su insulsa y fiel compañera, María recuerda junto a Hugo en el pasillo aquellos románticos instantes en los que él la invitó a un bocadillo.
A Hugo le pierden las mujeres. Y es probable que Fermín y Rebeca se valgan de ello para acercarse a él, ahora que conocen su puesto dentro de la jerarquía Géminis. Si María es el cebo, esto se puede poner interesante…
Paula no me decepcionó anoche. Me aburre siempre, y había pensado que quizá la revelación del secreto que compartía con su padre provocaría algo diferente en mí. Por supuesto, esto no ocurrió y Paula fue la misma niña neurótica de siempre. Con la diferencia de que hace dos años, en sus flashbacks, era mayor que ahora. La increíble niña menguante vio a Eva Wulf congelada, criogenizada o envasada al vacío, nadie sabe bien cómo clasificarlo, y papá le dijo que era la bella durmiente. Y ella, por supuesto, se lo creyó. A pesar de todo, la princesa de hielo se aparece por donde le place, como si de un ser de ultratumba se tratara. Pero oiga, no seré yo quién ponga límites u objeciones a estos temas, que una es una profana al respecto.
Y mientras todo esto ocurría, la auténtica princesa agonizaba en el bosque. Si Carol hubiese muerto hace una o dos temporadas, muchos de los que hoy afirmamos que la echaremos de menos no nos habríamos inmutado. Pero durante estos ocho capítulos, los guionistas se han dedicado a recuperar a la Carolina más Leal, más querida. A la niña valiente, aguerrida y curiosa de las trenzas, pero madurada y adulta. La reconciliaron con aquellos personajes con los que quizá, había una deuda pendiente: Iván, Julia y Amelia. A toro pasado, es fácil decir que se veía venir. Pero es innegable que han abonado el terreno para que anoche, el sonido de esa campana cerrando los ojos de Carolina arrancara alguna que otra lágrima entre los espectadores.
Ana deja la serie regalándolos la mejor escena del capítulo, un instante brutal en el que Carolina mira a los ojos a su asesino y baja la mirada, decepcionada, abatida, resignada; mientras él, su gran amigo, agarra un tronco para rematarla. Instantes como ése son los que me hacen sentir que, a pesar de todo, estoy viendo una buena serie. Se queda Daniel Retuerta, la revelación de esta temporada, capaz de construir un traidor creíble, cada vez más alejado del personaje original, pero fantásticamente interpretado. Su cara en el momento en que Carol expira es digna de ser recordada.
Podríamos achacarle que tanta maldad, tanta falta de compasión, componen en Roque un giro demasiado brusco, radical, casi incoherente. También Elsa, que un día fue la más mala del cuento, parece poseída por el espíritu de Héctor, el hombre de la moral intachable. Pero tengo que reconocerlo. Me gustan los cambios. ..
Gracias como siempre a parchís, recuperamos los momentos de Fermín en el capítulo. Que lo disfrutéis. :)Podéis ver
aquí todas las capturas de Fermín en "La princesa del hielo"