Crónica de un regalo y de una larga cena de Navidad, por Bea

Lo primero que te advierten cuando una mira el folleto de la larga cena de navidad es que se trata de una obra corta. Así es, la vida de una familia mostrada a la velocidad de la luz, esa rapidez que va adquiriendo cada vez más fuerza conforme uno crece. Y es que el paso del tiempo puede ser un tema que de mucho juego, así que nos acercamos al teatro con ganas de afrontar la experiencia. Tantas que llegamos con tal antelación que nos metimos en el bar de al lado hasta entrar, entre risas pensando si no nos chocaríamos sin querer con alguien de la función cada vez que se abría la puerta.


El hall estaba abarrotado de gente de edad variada, que parecían tener relación entre ellos como la gran familia en escena. Hacía un calor muy grande o serían los efectos de mi catarro, así que nadie se demoró demasiado en pasar. Una luz tenue empezó a hacer clarear la sala mientras se iba vislumbrado una mesa y sillas rodeadas de telarañas y atrás unas coronas navideñas, una en cada esquina. El tic tac de un reloj empezó a sonar como presentación. La nodriza, interpretada por Teresa Valentín, apareció de pronto encendiendo la vela que yacía en el medio de la mesa quitando las telarañas antes mencionadas para “adecentar” el escenario, de vez en cuando paraba y miraba al público y sonreía acentuadamente hacia nosotros y nuestra expectación y así dejó paso a los Boyardo.

Los primeros en aparecer en escena fueron el patriarca Roberto y su mujer y la abuela que son a los que les toca estrenar casa. Están felices y que mejor manera que celebrarlo en navidad. Ya notas que destacan el vestuario, la blanca palidez y sobre todo la entonación y gestualidad de los actores, entre los que también se encuentra Juan Pastor, el dueño de la sala. Después de ellos iremos viendo como la primera en desaparecer es la abuela, por el lado derecho del escenario testigo de las despedidas y la irrupción del tío Lucas con sus “oy”oy,oy” (algo así) que nos ofrece el primer brindis familiar con Roberto al son de “para tener el estómago fino hace falta beber un vaso de vino” y los niños Agustín primero y Genoveva después cada uno con su correspondiente carricoche llevado por la nodriza ante el orgullo familiar y las carantoñas por el lado izquierdo.

Después estos irrumpirán corriendo en las figuras de María y Raúl por separado, todos ellos descalzos, con su tono cantarín infantil en la voz, para dar un beso o un abrazo fuerte llenos de inocencia y luminosidad impregnadas en todos sus gestos, como cuando cogen los platos, los reparten y se queman con los bordes y la ilusión por la época y las acciones que se hacen en esta se comentan y reflejan. Se van haciendo adolescentes sin querer y hablan de la novia de Agustín, testigo de la burla de su hermana, hasta que se une a la familia teniendo a partir de ahí su hueco a la mesa y el padre se retira diciendo que parece no encontrarse bien pero que no será nada. Descubres que ya no lo volverás a ver. El brindis al cante de “para tener el estómago fino hace falta beber un vaso de vino” se repite con Agustín y Lucas. El tío Lucas también fallece después mientras Genoveva sigue irremediablemente soltera. La prole de los Boyardo sufre un revés por un niño que no llega a nacer; los embarazos se traducen en escena en acariciarse el vientre y la sorpresa que muestran ante ellos. Todos están tristes por el revés y Agustín consuela a su mujer pero luego la alegría llegará a casa en forma de otros dos cochecitos conducidos por la nodriza, un niño llamado Roberto como su abuelo y unos mellizos que se unirán a la fiesta en forma de niños y posteriormente de adultos. Las pedorretas ante el carricoche de la nodriza suceden de nuevo esa vez por parte de Agustín y toda la familia se levanta para recibirlos, entre mezclas de orgullo y caérseles la baba no tardando en salir de escena. Uno de ellos, Roberto, al crecer, partirá a la guerra produciéndose la despedida varonil de su padre en un abrazo rápido que me hizo gracia por su ejecución y la cariñosa de la madre pero no regresa adivinándose su destino fatal. Los otros dos hijos Boyardo salen emprendedores y deciden plegar alas al extranjero, y tendremos noticias de ellos a través de cartas que llegan a los nuevos banquetes.

Aprovecho para decir ahora que me pareció simplemente espectacular durante toda la función la expresión corporal de cada uno. La confianza y la derrota tienen como diccionario los cuerpos de los Boyardo. Las canas entonces hacen aparición mientras se las esparcen por las sienes con las manos tintadas en blanco como en el caso de Raúl.

Antes de que te des cuenta parecen ir mutando ante tus ojos. La edad se va enseñando en los gestos, en el tembleque de la voz, en unas gafas puestas de repente, en un sombrero de abuela, o una ropa más enlutada y también en la curvatura del físico que ya no aguanta en la forma erguida de antaño de la que fuimos testigos . También se usan diademas para pasar a adultos, igual que por ejemplo la niñez anteriormente se traducía en quemazones soplándose los dedos o en cubiertos difíciles de usar.

Genoveva mientras tiene un ataque de histerismo porque piensa que la casa se le cae encima de la cabeza, que no ha realizado ninguno de sus sueños y que hace mucho tiempo debieron mudarse y se marcha entre gritos a vivir. Por su parte Tino también fallecerá marchándose de escena por el lado derecho y todos lo despiden en una especie de conmoción callada y parálisis de incertidumbre que se da en cada uno de los que van quedando a la mesa con los adioses hasta que parecen recuperarse a gran velocidad. Finalmente presiden a dúo la mesa la tía Elisa y la mujer de Agustín que decide viajar al extranjero para estar al lado de sus hijos, dejando a esta última sola, en la que se supone esta vez sí que sí, la última, última cena de navidad de los Boyardo.

Como guinda para acabar tras una especie de tela al trasluz aparecen los actores. Algunos detrás, las chicas más adelante. Con sus alas de ángeles y alguno que se portó un poco peor de diablillo. Al principio cantaron lento para emocionar y luego ya en plan más marchoso. A título personal me pareció una obra maravillosa en la que la brevedad no impide que pasen muchísimas cosas, en la que se muestra la convivencia con los que están y el recuerdo a los que ya no están, esos que damos por hecho tendremos siempre a nuestro lado hasta que se van y ya no hay vuelta atrás para disfrutar de su compañía. Y prueba de ello fueron los atronadores aplausos.

Una vez salimos estuvimos hablando con una de las actrices, para alegría de mi madre que la sigue en una serie, pero la mayoría del elenco y el público empezó a marcharse a buena velocidad por la puerta. Fue diferente a otras veces, con la sala casi a solas, sus carteles y artículos, pero como siempre con encanto. Nos dijeron que Raúl necesitaba arreglarse por el maquillaje que llevaba tan tremendo en cara y pelo y pedimos que nos viese, cosa que hizo muy amablemente cuando terminó. Nos preguntó de donde habíamos venido y comentó que no había visitado nuestra ciudad y a ver si lo hacía algún día. El dossier que le llevé de parte de todas lo agradeció mucho además de sorprenderse al ver que eran recetas. Nos dijo que la obra llevaba representándose varios años seguidos para navidad desde uno en concreto. Mi padre en plan bromista le comentó que nunca había visto envejecer a nadie tan rápido delante de él y así después de un rato charlando y haciendo fotos salimos a la calle donde le vimos alejarse con el regalo bajo el brazo. Los tres acabamos encantados con la experiencia de una obra que yo personalmente recomiendo a todo el mundo, hecha con mucho encanto por unos profesionales que se toman muy en serio lo que hacen y que te atienden siempre fantásticamente.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre, siempre y siempre es un placer trabajar con semejante genio de la interpretación.
Me gusta lo que hacéis en este blog.
¡Un saludín!

Berta dijo...

ÖÖ de quién será ese anónimo?? Suena muy bien jaja
Bea, que buena crónica, me ha gustado bastante porque retrata bastante bien la obra creo y sin verla ya me puedo hacer una idea de cómo es y creo que has retratado todo de forma muy real. Que suerte esos segundos que comartiste con Raúl!!
Ha sido un placer leer tu crónica, gracias!

Raquel dijo...

Si es verdad el anónimo de quien sera, buen gusto tiene y dice grandes verdades en todo. Bea te felicito por tu crónica como dice Berta, has descrito la obra con detalle y nos han contagiado de tu ilusión que fue al ver la representación y claro a Rául, que puso cara de sorpresa, es que cada vez se superáis.
Al anónimo que se pase cuando quiera que es muy bien recibido.

parchis dijo...

Bea, muchísimas gracias por traernos otra vez (y creo que van tres) lo que viste, oíste y sentinte en La Guindalera. Vale que no es lo mismo que estar allí, pero al menos nos sirve para acercárnosla un poquito.

Después de leerte tengo aún más curiosidad por La larga cena de Navidad. Tengo curiosidad: ¿te gustó más o menos que Molly? Es que Molly me pareció tan díficilmente superable... (Como me digas que más te mato, que me pones los dientes aún más largos :P)

Me alegro un montón de que al final pudieses estar un ratito con Raúl, darle el regalito y de que disfrutases tanto de la experiencia: cualquier comentario adicional se agradece, tú no te dejes nada en el tintero, ¿eh?. Ya sabes que queremos saberlo todo xD

Muchas gracias y un saludo para ti también, simpático y misterioso anónimo ;)

Escarlata dijo...

Bea tu relato me ha echo estar en la Guindelera, sentir la obra, siempre me encanta leerte nena pero hoy te has superado, nos has traido un pco de la magia del teatro al foro.
Y despues decirte que eres..., arggg que envidia te tengo xd, que suertazaaaaa.

Y ese anónimo me ha encantado, que se manifieste mas veces.

Aurora dijo...

Muchas gracias a todos, me alegro que os haya gustado. Parchis, pues son dos obras distintas,fantásticas, cada una con su encanto, pero creo que me quedo con esta. Será cosa de acabar de verla. La gente que pueda disfrutar de este teatro con asiduidad tiene mucha suerte porque la calidad de los montajes es increible

Inma dijo...

Bueno si hasta tenemos un Invitado y padre ser que ha currado con Raúl!!! Ojalá se anime a entar y aunque sea en vez de firmar como Anónimo se pongan un mote que inspire elucubraciones varias pa que podamos adivinar quién podría ser!

Feliciades por la crónica! Y Qué bien que os atendieran estupendamente y que a Raúl le haya gustado el libro de Recetas Fermarías!

Nicole dijo...

Que ganas tenia de comentar! (Me lei el relato ayer, pero no he tenido la oportunidad de dejar mi comentario hasta ahora).

Muchas gracias por traernos esta estupenda cronica sobre la obra, Bea. Me hubiese encantado verla! Y ahora despues de leer todas las maravillas que tu cuentas, pues aun mas!

Sobre Raul, pues no me ha sorprendido que fuese tan amable y encantador. Si es que es un cielo de hombre! Y salis geniales en la foto! :-) (Espero que disfrute mucho con las recetas, que tienen todas una pintaaaaaa!!!)

Y Anonimo (un saludin para ti tambien), menuda intriga por saber quien es! Algun conocido de Raul? Un compi del teatro?

Chiqui dijo...

Sea quien sea ese Anónimo, suponemos que si aparece como tal, es porque así lo quiere. Como sea, ¡gracias! :)

Bea, querida mía, lo has hecho una vez más. Me has puesto los dientes como los de Drácula en plena luna llena.

Siempre pensé que yendo una vez, se me quitaría el gusanillo. Pero no. Es todo lo contrario. Luego es mucho peor, porque recuerda uno las sensaciones y entra una morriña...

Aurora dijo...

Chiqui, miedo me daría verte leyendo la crónica jaja Gracias a las tres por comentar.