Molly Sweeney: Con los cinco sentidos

Hay quien considera el teatro un género frío. Es difícil de entender si tenemos en cuenta que uno comparte espacio con la historia que se nos quiere contar, con los actores y sus personajes y con el lugar que éstos habitan.
Aún así, hay quien piensa que la distancia que separa las butacas de ése escenario es insalvable; y ve el atrezzo como un material frío e inanimado.

Por otro lado, hay un gran número de personas que ven el teatro como algo aburrido, y que todavía piensa que sólo se programan obras de ésos clásicos que te forzaban a leer en el colegio y a los que odias con todas tus fuerzas desde entonces.

Molly Sweeney, o cualquier otra obra de las que lleva adelante Juan Pastor, deberían recetarse como medicina para estos males. Yo, que no soy ni crítica teatral ni nada que se le parezca, y que ni siquiera he tenido la oportunidad de ver la obra, sé que me encantaría hacerlo. Porque cuando uno lee lo que la gente que sí ha estado allí escribe sobre ella, es fácil hacerse una idea de qué pasa durante la representación de Molly Sweeney.

Dice Juan Ignacio García Garzón en el ABC que cuando uno sale de la sala Guindalera, lo hace con el ánimo reconfortado, con la sensación de haber participado en una experiencia lustral.

PARTICIPADO. Cuando leí la crítica, me quedé con ésa palabra.
Uno no llega, ve la obra, y se va; sino que toma parte en ella con todos los sentidos.

La vista se regodea en la capacidad interpretativa de sus actores: María Pastor, eje de Molly; Raúl Fernández y José Maya. Y si tienes la suficiente lucidez como para abstraerte de sus interpretaciones, entonces te encuentras con una escenografía sencilla, tenue, sin histrionismos, que agrada.

El oído se deleita ante un texto que se basa, sobre todo, en la superación personal; y en una ambientación musical que va de la mano con la escenografía menciona arriba: sutil, elegante, agradable.

Nuestro olfato descubre a qué huele la intimidad. La sala Guindalera es pequeña, la distancia entre público y actores inexistente, y el ambiente, propicio para crear una atmósfera íntima y única que te hace sentir partícipe de todo lo que está ocurriendo a tu alrededor.

El gusto recibe un regalo especial al final, cuando los actores brindan a tu lado con licor de guindas, llevando al extremo la idea de contacto entre unos y otros, destrozando ésa idea con la que empezaba este artículo: la frialdad del teatro.

Para terminar, el tacto agradece que, tras haber participado en la experiencia vital de Molly, puedas tocarla, tenerla cerca, estar a su lado. Preguntarle a Raúl, o a José, o a María, qué tiene la sala Guindalera que la hace tan especial.

6 comentarios:

parchis dijo...

Tremendo artículo, sí señor. Está genialmente escrito, y me ha encantado como explicas que se puede apreciar Molly Sweeney a través de los cinco sentidos. Y además es de los que llevan su buen curro de documentación.

Enhorabuena chiqui, de los mejores. En serio.

Anónimo dijo...

Me han entrado mas ganas, si se puede aún, de ver la obra, de presenciarla, de disfrutarla con los cinco sentidos. Cierto, la guindalera es una sala pequeña, he visto una foto de la entrada y parece un portal de edificio familiar.
Como espectadora sé que la disfrutaré ya que me gusta mucho el teatro y suelo ir al Lope de Vega de Sevilla, pero como ferminista y raulista que soy, sé que la disfrutare al máximo, porque creo q si Raúl es buen actor en la serie, en el teatro debe ser...puff no puedo ni decirlo.
Y... q compañia se queda a hablar con el público una vez terminada la obra??? no creo q haya muchas que lo hagan.

Cuento los dias que quedan :)

Luna

samureta dijo...

no sabía que el flog era tuyo. me enteré por la web de forna.
cuando una lee artículos tan sentidos le entran ganas de ir a ver la obra.

chiqui dijo...

Gracias por los comentarios, chicas, se agradecen mucho. :)

samureta, qué alegría verte por aquí. En realidad, este blog es cosa de todas las fermarías irredentas. :P
Gracias por comentar. ;)

Escarlata dijo...

Enhorabuena Chiqui que bien escribes nena.
El ver al Raul en directo e interpretando debe ser lo mejor.

Anónimo dijo...

Por favor, Señor... llevame a ver a Raul... por favor...


Este chico debe de ser la ostia en el trabajo... bueno, debe no.... LO ES! Porque si nos vuelve locas a traves de una tele o un ordenador... a saber lo que nos pasaria viendole en persona... DESFIBRILADOOORR! jajajajaja.... asi que cuando tenga dinero me vy verle.. y no falta mucho para eso :)