Hace unos días os hablábamos de las descomplicaciones del amor en las que Raúl Fernández estuvo inmerso hace unos años. Hoy toca volver a echar la vista atrás, para recuperar otras dos comedias en las él que intervino, y que tienen el mismo sello que Descomplicaciones: el guión y la dirección de Raúl de Tomás.
La comicidad en Descomplicaciones se conseguía explorando en los enredos de un cuarteto amoroso. A priori, éste parece un tema bastante trillado, pero a pesar de ello, estoy segura que una comedia de enredo puede tener un gran encanto. A Woody Allen me remito. De hecho, creo que el encanto de estas comedias, es directamente proporcional a lo que disten en su planteamiento de la estética cutre y del humor repleto de topicazos de las televisas “Escenas de matrimonio”, o de los innumerables montajes teatrales cortados por el mismo caduco y rancio patrón.
Yo tengo la sensación de que Descomplicaciones está a años luz de todo eso; pero a pesar de ello, el lado oscuro que me domina, me lleva a quedarme con el humor sórdido y siniestro de las dos comedias negras, La agencia y Bendita locura, que hoy ocupan nuestro artículo.La agencia es una obra construida en torno a dos personajes contrapuestos, asesino y suicida, acompañados de una voz en off. En este punto del artículo, hice intentos por explicar el argumento de esta obra, pero después de leerme a mi misma, concluí que nadie como su autor y director para comentar lo que él mismo ha creado. Aquí están las palabras que Raúl de Tomás tiene para La agencia en su página web:
Imaginemos que existe una Agencia clandestina que ofrece unos servicios muy especiales:
Usted quiere morir pero le falta valor para suicidarse, no se preocupe ellos se ocupan de todo.
Usted quiere matar a alguien y saber que se siente, vivir esa experiencia extrema, no se preocupe ellos le buscan a un suicida sin valor y asunto arreglado.
Y todo quedando exento de culpa..., a lo mejor no habría que imaginar, a lo mejor lo triste es que ya ocurre, que está Agencia ya existe...,
En fin, el caso es que nuestra historia es la historia de dos hombres que acuden a esta Agencia a solicitar esos servicios respectivamente, y la Agencia los hace coincidir: asesino novato y suicida cobarde. Y presenciamos ese viaje, una fría Agencia que comercia con la vida como si fueran hamburguesas, con escenas de un humor hilarante y asistimos a la preparación de ese ritual que es el asesinato, que será grabado en video para luego comercializarlo (snuff movies), que la pela es la pela, todo, eso sí, tintado de un humor negro que preside todo el espectáculo de principio a fin. Una comedia negra con un final inesperado, una reflexión sobre la libertad y el consumismo, pero sin moralina, sino como un divertimento de este mundo atroz que nos pone al alcance del bolsillo casi cualquier cosa, incluida la ajena o la propia vida.
Bendita locura es también una obra muy singular. Hace ya unos cuantos meses dimos unas breves pinceladas sobre ella: comentamos que estaba basada en una noticia real aparecida en un periódico, y que se trataba del monólogo de un loco que es condenado a muerte por el asesinato de su pareja. Este peculiar hombre estaba interpretado por Raúl Fernández, y en esta foto podéis apreciar claramente las enormes cotas que alcanzaba la demencia de su personaje:Nota: las administradoras del blog os rogamos encarecidamente que tengáis en cuenta la cantidad de fotos de Raúl Fernández aquí colgadas con las que habéis babeado, y no nos abandonéis para siempre tras el visionado de esta escalofriante imagen.
Lo más desconcertante del caso es que las leyes del Estado en el que este tipo vivía, impiden la ejecución de personas con trastornos mentales, por lo que el propio gobierno va a poner todos los medios necesarios para sanarlo a fin de poder ejecutarlo legalmente. Se trata de una paradoja muy curiosa, contada con el humor y la ironía que tamaño despropósito requiere.
Pero además del humor negro y de la presencia de Raúl, hay otra cosa que La agencia y Bendita locura comparten, y es que ambas invitan a reflexionar sobre el mundo en el que vivimos. No es que esto sea estrictamente necesario para conseguir un buen guión, pero tiene la ventaja de que, entre las sensaciones con las que los espectadores salen del teatro, está la de sentirse inteligentes; y claro, ¿a quién no le gusta esa sensación?