He pensado docenas de veces cómo podría contar la sensación que produjo en mí poner los pies en la sala Guindalera. Ahora tengo claro que será prácticamente imposible transmitirlo con palabras. Pero sí puedo hablar de ése minúsculo miedo, ése temor de las horas previas. Cuando uno ha leído y oído tantas maravillas sobre un lugar y una obra, siempre hay probabilidades de decepción.
Sin embargo, cuando traspasas el umbral, todo se esfuma. Sabes que estás en un lugar diferente. Madrid, con su tráfico, con su bullir de gente, con sus multitudinarios musicales y sus planos de metro, se queda fuera, en otra dimensión.
En el pasillo huele a humildad, a pequeñez, a teatro.
Ese día, además, se palpaba la ilusión y la emoción de estar en donde uno quiere estar junto a otras personas con las que no hacía faltar hablar. No había que decirse nada porque las emociones eran, seguramente, idénticas.
Dentro de la sala, su sencillez sorprende. Apenas te da tiempo a reparar en que todo el decorado se reduce a tres sillas vacías cuando las luces se apagan. Durante unos segundos, todo permanece a oscuras y en silencio, en una especie de preparación emocional para el espectador. Y tras la oscuridad, la luz plena. Molly Sweeney, de pie en el centro de la sala, te cuenta cómo su padre le enseñó a ver a través de sus dedos, a reconocer las flores por su textura, su olor y su forma. Nunca ves a María Pastor, nunca hay una actriz interpretando un papel. Ni el propio Brian Friel soñó a una Molly tan auténtica y tangible, tan real.
El espectador que se deja llevar se somete irremisiblemente a la alegría y a la caída de Molly. Sonríes cuando Frank la conquista con su alegre idealismo, te enfadas mientras ella danza furiosa y se te encoge el alma al verla caer, literal y metafóricamente. Sin adornos ni efectos, viviéndolo en tu propia piel.
A su lado, un Frank increíblemente luminoso, agitado y soñador, fascinado por una mujer que no tiene miedo a vivir a pesar de sus circunstancias pero a la que, a pesar de todo, tratará de cambiar. Raúl Fernández asombra en directo y a corta distancia. Su voz tan particular lo abarca todo, sus ojos fascinan porque lo expresan absolutamente todo. Hay momentos, durante los monólogos de Molly, en los que Frank sólo mira y siente, y en su cara se refleja la incredulidad, el desasosiego, la tristeza, la ilusión. Lo que Raúl quiera que veas.
Al otro lado de Molly, el doctor Rice. Él representa la amargura, las esperanzas puestas en alguien y algo que no te pertenecen, pero sobre todo, él es el hombre equivocado, el que nunca debería haberse implicado emocionalmente en una historia que no era suya. Y aún así, él termina siendo el más cuerdo, pues es el primero en asumir que ha perdido.
José Maya se amolda a la perfección a la figura del doctor triste y patético que quiere seguir viviendo a costa de Molly.
Al margen de la historia, si el lugar y la trama por sí mismos ya fascinan, el encuentro posterior con los actores es punto y aparte. Maravilloso, agradable y todos los adjetivos positivos que se os ocurran valen para José Maya, hombre humilde y abierto que asistió sorprendido a la media historia sobre el por qué cinco personas de tan distintos lugares habían elegido aquel lugar para encontrarse.
Como colofón final a la velada, Raúl, nuestro Raúl. Otra vez los adjetivos sé que se me quedarán cortos. Impagable su sonrisa al descubrir quién éramos, la naturalidad con la que habla del negocio de la televisión y el amor que destila cuando habla del teatro, su tono agradecido… Los pequeños detalles son, en casos como éste, los que importan: un gesto, unas determinadas palabras, su despedida invitándonos de nuevo a volver para bailar con él en Lughnasa.
Ganas no nos faltan, ¿verdad que no? ;)
8 comentarios:
Bueno , a ver por donde empiezo, eso de parecer estar en otro lugar yo creo que nos ha pasado a todas, esa luz anaranjada, lo que comentamos de la puerta, hasta la ropa tendida jeje...
Me ha gustado como describes a los personajes Pero sobre todo lo del final, lo de nuestra charla con los actores porque todas lo vivimos así.
Como escribís tan bien, ha quedado una serie de artículos muy bonitos, cada uno en nuestro estilo. A ver si nos vemos en otra de escribir cuatro relacionados entre si Bss
¡Qué emotiva la crónica! Se me ha puesto la carne de gallina con el principio. Porque me ha gustado todo, pero cómo describes las sensaciones al entrar por ese pasillo....puff, lo has clavado, en serio.
También muy bueno el detalle de reseñar los gestos con los que Frank transmitía sus sentimientos desde el silencio, mientras los otros hablaban.
Y me da pena que ya se haya acabado esta serie de artículos, porque me encantaba leeros a todas :(
Yo digo lo mismo que Bea, a ver si dentro de un tiempecito nos vemos en otra así. Hay que repetir ;)
Joer nena como te expresas.
Gracias a todas hemos podido sentir como es y cmo huele la Guindelera, y como no un poquito mas si cabe sobre la obra de Molly.
Luci sigo esperando la clave del misterio de las moralejas.
Por cierto me ha gustado saber que apagan las luces para hacerte una idea de lo que siente Molly en su oscuridad.
Gracias chicas por contarnos vuestras experiencias.
Gracias por el relato, Chiqui. Y gracias a todas por vuestros articulos. Ya que a algunas nos resulta casi imposible asistir a una produccion de La Guindalera, haberlo vivido a traves de vuestros relatos ha sido un privilegio.
Chiqui, si antes tenia ganas de ver la obra, despues de leer esta entrada ya ni te cuento la envidia (de buen rollo :P) que me ha entrao! Te centras en unos detalles tan peculiares y lo has descrito tan, tan bien, que yo creo haberlo visualizado como la propia Molly Sweeney - en el ojo de la mente (mind's eye?). ;-)
Me alegro de que disfrutaseis de ese finde magico, y de La Guindalera, y del encuentro con Raul (que debe ser un tipo encantador por lo que habeis ido escribiendo). En fin, que me alegro por vosotras y espero poder unirme al grupo la proxima vez... ahora solo tengo que encontrar una lampara con un genio dentro para que me conceda el deseo. :P
qué ganitas tenía de leer tu crónica chiqui, y que pena me da que sea la ultima.
¿os dais cuenta de que ya ha pasado un mes de nuestra quedada? y a mi se me sigue quedando cara de tontorrona al recordar todos los buenos momentos que pasé junto a vosotras, qué morriña!!! y qué bien salió todo verdad? y por supuesto me apunto a la sugerencia de bea y parchis, pa´ bailar todas juntas en lughansa, en madrid, en la conchinchina o donde sea!
me ha encantado tu relato(nena, nunca me defraudas), y me has hecho añorar todas esas cosas que con tanta intensidad vivimos.
ains... la melancolía me invade
millones de besos
"Ese día, además, se palpaba la ilusión y la emoción de estar en donde uno quiere estar junto a otras personas con las que no hacía faltar hablar. No había que decirse nada porque las emociones eran, seguramente, idénticas"
por cierto, mi párrafo favorito ;)
Hasta cuándo va a estar Raúl con el teatro??
Gracias a todas chicas, a mí me pasa como a Lucía, me pongo tontorrona (más de lo normal xD) cuando recuerdo ciertas cosas. Y me encantaría repetir, más pronto que tarde.
Berta, la nueva obra de Raúl, "Bailando en Lughnasa", se estrena el 10 de Diciembre, y no sabemos hasta cuando estará. "Molly Sweeney" se sigue representando hasta esa fecha, de viernes a domingo (excepto el 27 de Noviembre).
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