Reconozco que empecé a ver los archivos secretos de El Internado con cierto recelo. Me parecían una excusa burda para soltarnos un refrito de imágenes inconexas y retrasar así la emisión del capítulo de cada semana, con el consiguiente cabreo que eso me provocaba por el hecho de tener que ir a trabajar hecha una castaña al día siguiente.
Luego, cuando me contaron que veríamos, o intuiríamos cosas sobre el final de esta historia, el cabreo se acentuó. ¿Era necesario pillarse los dedos de ésa forma para contarnos algo que ya hemos visto? Me parecía, y me sigue pareciendo, que de alguna forma, si piensan de verdad respetar lo que están mostrando, se la están jugando pero bien.
Hace dos semanas, tuvieron las santas narices de mostrar al protagonista de la serie postrado en una silla de ruedas. El choque emocional entre el público fue pasmoso, no había más que darse una vuelta por los foros para ver la que se había armado. ¿Cómo ha llegado Héctor ahí? ¿Por qué? ¿Qué le hace estar tan triste y cabizbajo? ¿Pero el protagonista no tendría que acabar bien?
Ahí empezó a gustarme el formato. Porque me hace pensar que los guionistas nos tienen reservado un buen final. Y con bueno no quiero decir feliz, obviamente. Esta serie no se ha caracterizado nunca por ser un producto convencional, y ahí estaba la prueba.
La semana pasada, cuando supe que los archivos secretos estarían protagonizados por Fermín, tuve una visión. Me lo imaginé esposado y acusado de algo que no había hecho. Después de verlo, pensé en cardarme el pelo y comprarme un par de velas negras. Acerté de pleno. Pero no por mis dotes adivinatorias, no, sino porque iba en la línea de lo visto la semana anterior. Los buenos personajes han de sufrir hasta el final. Así sea.
Debe ser mi punto masoquista, pero he de reconocer que tanto Luis como Raúl son dos actores que saben sufrir tan bien, que no me gustaría perderme esa versión de sus personajes.
Y ahora nos encontramos con una promesa sobre la mesa: que el espectador tendrá un final innovador, probablemente agridulce… Porque apuesto a que Héctor, a pesar de su aparente infelicidad, habrá recobrado su pasado y su familia. Y porque nos mostraron a un Fermín que se sacrifica por amor, que llegará al final amando a la única mujer que ha amado en su vida, sonriendo ante la que se le viene encima.
Muy sutil, lo reconozco. Lo del anillo fue tan sutil y tan elegante que creo que nadie se lo podía imaginar a estas alturas. ¿Dar carpetazo a una de las bazas de la serie? ¿Y encima apostando por la pareja no protagonista? Ni en mis mejores sueños, de verdad.
Es de admirar que después de cuatro temporadas y cientos de vueltas de tuerca, sigan siendo capaces de sorprendernos así y de mostrar la valentía necesaria para enseñarnos todo lo que nos están enseñando.