"Lo había imaginado millones de veces, había trazado minuciosa y esquemáticamente en mi mente como iba a ser esta quedada, como sería la sala, como sería Raúl en las distancias cortas, como sería conocer por fin a las fantásticas chicas del blog (y a Chiquiman, bien sûr!)... pero esto, amigos, es como la ciudad de París, por mucho que te cuenten lo bonita y magnífica que es , hay que ir allí y vivir esas sensaciones pisando sus calles.
Podría contar millones de anécdotas sobre como fueron las horas previas a la llegada a La Guindalera, como fue ese primer viaje en metro, como durante las dos primeras horas la única frase que podía salir de mi boca era un emocionado "qué fuerrrrte" (una verborrea apabullante la mía), como fue llegar al hostal, y poco a poco ir descubriendo a estas chicas tan encantadoras, pero esto ya es otra historia, y lo que a mí se me ha pedido es una "crónicaresumendelamuerte" de la obra que nos unió, "Molly Sweeney".
Llegamos al teatro con una hora y cuarto de adelanto (eso sí que es previsión). Respecto a la sala en sí he de decir que me encantó, era tan acogedora, con ese banquito verde a la entrada, esas coníferas con guirnaldas custodiando la puerta de entrada, esas escaleras que iban a dar a una vecindad que tiende su colada frente a la entrada de la sala (eso sí que es ser chic, vivir en un teatro), esa puertecita blanca que probablemente esconda cosas maravillosas, un taquillero encantador (haciendo juego con la sala, claro), los posters de todas las obras allí representadas (esas que tantas veces hemos leído aquí), brindado todo con una luz cálida que iluminaba el recibidor. A mí me entraron unas ganas locas de quedarme a vivir allí .
Los minutos previos a la obra los guardo con especial cariño, por todo lo vivido, por esas risas flojas y nerviosas, por esas "buenas tardes" de todavía un desconocido para nosotros José Maya, por ese primer encuentro-no-encuentro con Raúl.
Obviamente nos colocamos en primera fila (os recuerdo que estuvimos haciendo cola una hora, ahí se nos vio el plumero, lo reconozco), tras la apertura de puertas de la sala, quedé impactada, me impactó porque la sala nº5 de los Multicines Cáceres (esa donde siempre ponen las películas suecas en versión original) tiene más butacas que ésta, me impactó porque era tan acogedora como el recibidor, me impactó porque el escenario estaba al mismo nivel de las butacas, me impactó porque el escenario eran tres sillas blancas (luego descubrí que tampoco se necesitaba más, los actores lo llenaban todo). Y comenzó la obra y poco a poco fuimos conociendo a los personajes.
El desarrollo de la obra es original, casi toda basada en monólogos y sin apenas intercambio de frases entre el resto de actores, pero este esquema te hace conocer en profundidad a cada uno de los personajes:
-Molly, ciega desde los diez meses de edad, pero cuya minusvalía no le ha impedido llegar a ser una mujer vital y autosuficiente, y feliz en su mundo de percepción a traves del gusto, el tacto, y el olfato.
- Frank el marido "supermotivado", emprendedor de causas perdidas que jamás llegan a buen puerto y (hablando en lenguaje coloquial) con más moral que el Alcoyano.
-El Dr. Rice, un prestigioso médico venido a menos y abandonado por su mujer que ve en Molly el caso que le hará resurgir de sus cenizas y brillar delante de todos esos compañeros que un tiempo atrás renegaron de él.
Respecto al trabajo actoral, he de comentar que José Maya para mí fue el gran descubrimiento, creo que bordó el papel de médico un tanto altivo, riguroso, y a la vez lleno de defectos (y no sólo su afición al whisky). Me enterneció sobre todo cuando contaba la historia del cómo y el porqué del abandono de su mujer, y aún una frase retumba en mi memoria, relacionada, casualmente, con la ceguera, pero que no desvelaré, tendréis que ir a ver la obra para saber de qué os hablo.
Raúl no me decepcionó, era capaz de recitar monólogos inverosímiles sobre los niveles de producción lechera de las ovejas iraníes y demás historietillas de abejas, salmones y etíopes sin dudar ni un solo momento. Además nos transmite perfectamente ese entusiasmo pasajero (y subrayo lo de pasajero) por todas y cada una de sus empresas (incluida la recuperación de la vista de su amada esposa).
Y por último, y es aquí donde discrepo de mis compañeras de aventuras (pero está bien ser la nota discordante, ¿no?), una María Pastor, que tiene un papel que es un caramelo goloso, pues interpretar a una invidente es un trabajo duro que exige un gran nivel de concentración pero que te puede llegar a proporcionar un gran triunfo si tu trabajo llega a buen puerto. Y sí, a María me la creo como ciega, sobre todo en sus momentos finales de decadencia mezclada con locura e incomprensión, pero a veces (y solo a veces, ojo) me parecía un poco cargante, y sus chillidos me irritaban bastante. Tiene mérito pasarse más de dos horas con la mirada ausente y bizqueando los ojos, estamos de acuerdo (yo sería incapaz), pero no necesito que se ponga a pegar gritos agudos y un tanto sobreactuados para mostrar su entusiasmo, tristeza o locura, no lo necesito. Y hablo desde el más profundo respeto, porque yo ni soy crítica de teatro ni pretendo serlo, simplemente reflejo mi opinión, y repito que salvo ese "pero" el resto de la actuación de María me encantó e incluso llegó a emocionarme.
La obra no se me hizo nada larga , y lo que más me gustó de ella, es que te hace pensar. Durante toda la noche no dejé de darle vueltas a una historia que narra Frank sobre el rescate de dos tejones que estaban a punto de morir ahogados en sus madrigueras, que tampoco desvelaré para seguir manteniendo la intriga. Haciendo un breve resumen, la conclusión que saqué es que la cabra siempre tira al monte, y que por muy buenas intenciones que tengamos, a veces es mejor dejar las cosas como están, ¡por los clavos de Cristo!.
Y para poner la guinda al pastel (¡toma ya juego de palabras, hoy estoy inspirada!) la idea del reencuentro con los actores en ese hall tan acogedor que ya lo quisiera yo para mi casa, para comentar las impresiones de la obra, brindando con un chupito de guinda (como no podía ser de otra manera), me pareció original y brillante y otro punto a favor de esta compañía teatral.
Podría hacer millones de comentarios respecto a ese momento "encuentro con Raúl" tantas veces soñado, pero solo diré que, aunque me supo a poco, estuvo encantador y muy atento. Y de nuevo una mención especial para José Maya, que volvió a demostrar que tiene un "savoir faire" increíble, y que hizo que me declarase fan incondicional de su persona, tras ese momento "confidencias" que mantuvimos él y yo.
Bueno, hasta aquí mi crónica, que espero os haya gustado y sobre todo espero que os hayan entrado unas ganas locas de ir a ver la obra. Sólo decir, que "Molly Sweeney" me encantó, que Raúl impresiona aún mas en las distancias cortas, que la sala es acogedora y hogareña... pero sin duda para mí lo mejor de esta quedada fue haber conocido en persona a Chiqui, a Parchis, a "AuroramasconocidacomoBeatriz", esas chicas que ya me habían dejado ver un poquito de ellas a traves sus artículos y comentarios en este blog , y que no me defraudaron en absoluto. Mención aparte merecen Forna (que fue una gran anfitriona) y por supuesto chiquisman (el segundo gran descubrimiento junto con José Maya, cuya beatificación, tras ese fin de semana de paciencia infinita, ya he solicitado a la Santa Sede). Ya sólo queda la crónica de Chiqui, la cual espero como agua de mayo.
Y para no variar, muchos besos desde Extremadura."